Uno de los síntomas más molestos que tarde o temprano nos toca padecer a todos es la congestión nasal. El resfriado, la gripe, las alergias y la sinusitis son causas de obstrucción nasal más frecuentes.
¿A qué se debe la congestión nasal?
En primer lugar, hay que saber que la nariz está tapizada por una mucosa formada por células que producen moco y tiene una buena vascularización con muchas arteriolas, vasos venosos y unos capilares llamados sinusoides.
El estado funcional de la nariz depende de la cantidad de sangre que contengan las sinusoides: cuando se llenan se engrosa la mucosa y hay congestión, si se vacían desaparece la congestión.
La mucosa nasal cambia de grosor según diversos factores como, por ejemplo, el frío, el calor o el ejercicio físico. En la mayoría de los casos, la obstrucción nasal se debe a la inflamación de la mucosa nasal, causada mayoritariamente, por algún proceso viral, como ocurre frecuentemente en el resfriado.
¿Qué provoca la congestión nasal?
La congestión nasal suele empeorar de noche, dificultar el sueño, favorecer los ronquidos y, en casos extremos, ocasionar apnea obstructiva del sueño, es decir episodios de falta de respiración durante el sueño.
Una de las complicaciones más habituales del resfriado y, por tanto, de la congestión nasal, es la sinusitis, que consiste en la inflamación de la mucosa de los senos paranasales. Como es prácticamente imposible que haya inflamación de la mucosa de los senos nasales sin inflamación de la mucosa nasal, esta enfermedad se denomina actualmente rinosinusitis.
Además de la congestión nasal, los otros síntomas característicos de sinusitis son: secreción nasal (que puede ser anterior o posterior, es decir mucosidad en la garganta), dolor o presión facial y reducción o pérdida de olfato. Estos síntomas se deben a la acumulación de mucosidad en la nariz y los senos nasales y en consecuencia el alivio se conseguirá eliminando esa mucosidad.